un orden estricto rige la materia. su composición molecular particulariza su estructura, apariencia y propiedades. una silla es atacada. y ese estricto orden se transforma. y esto se produce en un espacio donde las conexiones que determinan cada signo cambian. la silla ya no es. y se transforma en escultura. una cama es atacada, o es la cama la que ataca, o no es una cama. y se transforma en escultura. pero la cama no es de nadie. es una no-cama. rodea lo que no es ella. ella misma no es. y se transforma en escultura.
Pello Irazu (1)
Estas palabras de Pello Irazu nos permiten acercarnos a las obras de David Latorre, entendidas también como un proceso de atacar los objetos de manera que éstos, conservando algunas de sus características, se transforman, dejan de ser para convertirse en esculturas; una transformación que sigue el contorno de la tradición de la escultura dibujado en las últimas décadas, desde el refugio de la escultura en el discurso y las formas de lo cotidiano doméstico, en los noventa, a través de estrategias diseñadas por el Pop y el arte conceptual.
En este sentido, una serie de objetos son recuperados, extraídos o tomados de la realidad cotidiana, muchas veces de la propia memoria familiar del artista: la mecedora, la hamaca, el chubasquero sobre el perchero o el carro de la compra, la cama desnuda, dejada en su estructura robotizada y recubierta de una colcha transparente y fluorescente; son objetos muebles transformados y adaptados tecnológicamente siguiendo una determinación material, técnica y estética que los convierte en artefactos, en esculturas, que remiten a su anterior uso y entorno, en un diálogo entrecortado con el tiempo y el protagonismo que antes tuvieron.
Su presencia física, junto a la del espectador, denuncia una ausencia y esa imposibilidad de mantener su función como objetos. Ambos elementos nos remiten a la memoria —de ahí lo de interior—, una memoria que casi se podría decir que está materializada por la luz casi fantasmal, por los trazos que dibujan unos tubos de neón que acompañan las estructuras de los objetos, y por la fluorescencia del líquido refrigerante anticongelante que rellena alguna de estas piezas, proyectándolas sobre el espacio.
RICARDO FORRIOLS
(1) Del texto de Pello Irazu en el catálogo de su exposición Daylight, en la Galería Soledad Lorenzo, Madrid, 2000.